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martes, 8 de noviembre de 2011

NUESTRO OTRO CINE: TODO SOBRE LILY


Ya hace algún tiempo que en diversos círculos literarios se debate sobre el agotamiento de la fórmula de la novela, de su incierto futuro y de su posible defunción como género dentro del arte de la escritura. Afortunadamente y en oposición a tan agorera premonición, algunos escritores nos han desvelado que son capaces de profundizar y romper (o evolucionar) los parámetros novelescos (cosa que ya hicieran hace muchos años, Julio Cortázar en “Rayuela” o José Donoso con “El obsceno pájaro de la noche”) generando un híbrido donde la novela se mezcla con el ensayo, el discurso, la literatura dentro de la propia literatura, la investigación, la realidad o la ficción, y que ha terminado por aglutinar el concepto de metaliteratura del que pueden ser dos claros ejemplos el fallecido Roberto Bolaño y su genial obra póstuma “2666” o el barcelonés Enrique Vila-Matas y sus imprescindibles cuatro últimas novelas (“Bartleby y compañía”, “El mal de Montano”, “París no se acaba nunca” y “Doctor Pasavento”) dedicadas al arte de desaparecer y que nos descubren nuevos caminos a adoptar para la novela de este nuevo milenio. 


Valga esta similitud literaria como ejercicio de comprensión ante el estado (comatoso) de la actual cinematografía occidental. La absorción del poder en Hollywood por parte de productores/tiburones de las finanzas en busca de operaciones de rendimiento crematístico fácil y rápido e inversamente proporcionales a una creatividad ahora totalmente aparcada, el cansancio (por repetitivos) de los esquemas y estilos en la concepción fílmica, y la deconstrucción de un cine independiente cada vez menos independiente, no incitan (salvo honrosas excepciones) a un futuro muy halagüeño. Tal vez por esto (seguramente otros sumarán nuevas causas tan aceptables como las expuestas) han sido muchos los que han comenzado a prestar atención a una cinematografía emergente como la asiática y que podría convertirse en el modelo a seguir en este nuevo siglo.


Desafortunadamente (si exceptuamos nombres de sobras ya conocidos como Wong Kar wai o Kim ki duk, amén de las películas de terror oriental) la distribución del cine asiático en nuestro país es más bien errática y caprichosa. “El sabor de la sandía”, por ejemplo, es la última película de Tsai Ming-Liang pero la primera de este autor en llegar a nuestras carteleras mientras que “Todo sobre Lily” ha aparecido finalmente de forma directa en el formato DVD tras su paso por varios festivales. 


Con ciertos puntos temáticos en común con la película de Tsai Ming-Liang, “Todo sobre Lily” es un acerado y preciosista acercamiento a la juventud de hoy en día, a la falta de salidas que le ofrece la sociedad adulta y la solución que estos adolescentes toman para quebrar ese encierro, unas decisiones (equivocadas) que son producto de una generación obligada a crecer demasiado deprisa y huérfanos del círculo protector/educativo al que los padres (las figuras más importantes en la niñez) han dejado de pertenecer: en toda la película sólo una vez podemos ver una reunión familiar, una comida, en una rápida escena, concisa y sin alardes, que potencia ese desmoronamiento del sistema familiar. En cuestión de segundos se nos descubre que la familia ya no existe como tal y que no hay intercomunicación entre sus miembros que sólo tienen en común que viven –no conviven- bajo el mismo techo. 


Shunji Iwai, el director, proviene del campo de la publicidad y del video-clip pero, al contrario que otros premiados directores/as que no han conseguido desprenderse de los tics adquiridos en sus trabajos publicitarios, él ha sabido extraerse y aprovecharse de esta mecánica cinematográfica para dar a su película un enfoque visual de marcado carácter poético y una puesta en escena repleta de imágenes de gran fuerza plástica y sensorial remarcadas por una magnífica banda sonora. Una poética que, salvando las distancias en el tiempo, puede entroncar con la obra “Zero en conduite” del francés Jean Vigo aunque lo que en ésta es un canto a la anarquía en contra del poder establecido, en “Todo sobre Lily” es puro nihilismo (la comparación de ambas películas, con una diferencia de ochenta años, demuestra los cambios sufridos en nuestra sociedad donde al contrario de la obra de Vigo -en su última escena queda reflejada una vía de escape hacia la esperanza- en “Todo sobre Lily” no queda ni siquiera esa salida y el drama terminará salpicando a cada uno de los personajes). 


No suele ser fácil para el espectador occidental asimilar las interpretaciones que sobre el lenguaje cinematográfico realizan los cineastas orientales. Nuestros códigos culturales y la adquisición de unas pautas a la hora de afrontar una película son tan diferentes que no es extraño que muchas películas llegadas de Asia nos produzcan una mezcla de fascinación e irritación a la hora de su visionado (aunque ciertamente, y debido a su diferenciación, luego queden marcadas en nuestra memoria cinéfila). Puede ser muy chocante encontrarse (de golpe y ¿sin venir a cuento?) con los números musicales de corte kitsch de “El sabor de la sandía” o esas dos películas en una que conforman una obra maestra/tomadura de pelo (según opiniones) como “Tropical Malady” (eso sin contar el momento en el que al director, Apichatpong Weerasethakul, le da por hacer aparecer los créditos). Sin embargo, este arte de la sinrazón a la hora de romper normas no aparece en “Todo sobre Lily”. Es cierto que utiliza recursos fílmicos novedosos pero también es cierto que funcionan como elementos integradores que se encuentran al servicio de la propia película y que denotan una muy cuidada planificación. 


Shunji Iwai es capaz de reinventar el concepto de creación cinematográfica partiendo desde discursos externos para luego acoplarlos a su propio cine (unos discursos tan cercanos a la adolescencia de hoy en día como son internet y la música, y que tienen una importancia capital para el ser de esta película). “Todo sobre Lily” nace de una página web creada por el propio director donde su protagonista es la cantante (¿real, virtual?) Lily Chou-Chou (1). Los comentarios vertidos en esta web son utilizados después, de forma magistral, como elemento subjetivo para el desarrollo de la narración. La pantalla en negro donde vemos extraños mensajes sobre el mundo de la cantante que hablan de la inmersión en el éter como única solución a un mundo que no les quiere (chat/internet), y las (casi oníricas) imágenes que reflejan esa inmersión por parte de un (aislado) joven que escucha en su walk-man las canciones de Lily Chou Chou en un ¿imaginario? y solitario campo (música), es el comienzo de un rompecabezas sugerente donde la fragmentación del tiempo narrativo sirve como apoyo a la angustia existencial y al desorden emocional en el que se encuentran (sin saberlo) los jóvenes protagonistas de la historia. Son saltos en el tiempo y en el espacio, filmados de forma deliberada para trasladar esas mismas sensaciones al espectador. 


A base de piezas, Shunji Iwai (que hace no que tome partido por tal o cual personaje sino, más bien, lo hace por todos ellos como víctimas de una situación social/vital) nos irá dando a conocer el mundo de “Filia”, chaval introvertido, que es el creador de la página web sobre Lily Chou Chou sobre la que se articula la película, además de gran conocedor de las canciones y del mundo de la artista y que se encuentra ante el acontecimiento de su vida: ha conseguido una entrada para un concierto de su estrella favorita. “Filia” es el personaje diferente en torno al cual gira el film (aunque se tarde en advertirlo) y que prefiere estar inmerso en el éter como forma de escape. Es el único personaje que no viene marcado por la violencia, como es el caso de “Gato azul” (sobre el que Shunji Iwai realiza una quirúrgica evolución personal) que se convertirá en otro de los elementos del drama principal, ni tampoco se verá marcado por una sexualidad mal entendida (aunque la sufra) como en el caso de la joven estudiante que se prostituye (¿existe o tiene que existir algún porqué?), un personaje que cuenta con uno de los finales más desgarradoramente poéticos que se pueden filmar. 


Son pocos los elegidos que han sabido o podido conjugar la poesía y el dolor de manera tan bella y estremecedora a la vez y Shunji Iwai es uno de ellos. Es una pena que “Todo sobre Lily” no haya podido verse en pantalla grande en todo su esplendor y en toda su dureza porque “Todo sobre Lily”es un verdadero regalo tanto para nuestros sentidos (todos) como para nuestra conciencia y para nuestra inteligencia. Y es que “Todo sobre Lily” es de esas películas que hacen entender porqué a esto del cine (siempre en metamorfosis) se le sigue llamando, hoy por hoy, séptimo arte. 


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