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martes, 18 de mayo de 2010

LA TENTACIÓN DEL EFECTO ACUMULACIÓN

En cuestión de pocos años se ha afianzado en las series de televisión lo que desde aquí hemos dado por denominar  el efecto acumulación: La creación de una primera trama se dispersa mediante la creación de un gran número de personajes protagonistas (o en pequeños grupos con miembros intercambiables) cada cual  con su propia historia (muchas veces interrelacionadas) dentro de la historia. Este efecto acumulación se lo debemos a la serie "Perdidos" y ha sido copiado por varias series más (pongamos por caso "Héroes" o "Flashforward"). Este efecto ha cosechado un gran éxito entre los espectadores y, por tanto, el cine, ese cine que siempre se ha dicho que es el hermano mayor de la televisión (ojo que hoy en día el medio televisivo tiene muchísimo más poder de creación que el mundo del negocio cinematográfico), ha buscado adoptar ese mismo sistema para las películas. Sin embargo el resultado no es el mismo, ni mucho menos. Y es que si el efecto acumulación en una serie permite profundizar tanto en las tramas como en las fisonomías psicológicas de los personajes y redunda en las escenas ya sea de acción como de diálogos, gracias a que ese mismo efecto acumulación ayuda al alargamiento de la serie (sabemos que cualquier serie televisiva continúa en antena mientras los índices de audiencia se mantienen lo suficiente como para generar buenos ingresos por publicidad), en una película ocurre todo lo contrario.




Y todo porque el efecto acumulación es inversamente proporcional al factor tiempo. Si en una película de aproximadamente dos horas (actualmente es la media en un producción de tamaño medio o superior) colocamos un sinfín de personajes a los que vamos presentando a lo largo del metraje, si a cada uno de estos personajes les creamos su propia historia o historias, interrelacionamos, como hemos dicho anteriormente, estos personajes y sus historias para buscar la sensación de un conjunto compacto y para más inri buscamos el impacto en el espectador a base de golpes de guión o espectaculares escenas de acción, sólo el esbozo de estas ideas terminan por consumir las dos horas de visionado con un resultado de todo, menos convincente: los personajes quedan convertidos en arquetipos (a veces incluso en caricaturas) superficiales con poca o ninguna profundidad psicológica, las historias son escuetos bocetos que aparecen para desaparecer casi al instante como si fueran simples anécdotas que pasan sobre los personajes como la brisa marina de media tarde (imposible un lazo emotivo en el espectador hacia la situación que ese personaje este viviendo-disfrutando-sufriendo porque el crescendo de la situación es olvidado o arreglado de forma simple o rápida, eliminando de raíz esa "importancia" que en un principio parecía iba a darle el guionista) y los golpes de guión (o esas soluciones que buscan sorprender y que en las series de televisión crean ese continuará para el próximo episodio que tan bien era llevado en los cómics de superhéroes clásicos y series televisivas en blanco y negro) son de una simpleza tan plana que parecen estar abusando de la inteligencia del espectador. Así pues sólo nos quedan las escenas de acción. 
Y ahí aparece la figura del director de segunda unidad y los especialistas en efectos visuales (no digamos ya nada sobre los efectos infográficos que han hecho del cine lo que es hoy en día, por lo menos en cuanto a cine-espectáculo se refiere) para explayarse cuanto más mejor.

El resultado final es más bien desalentador. Un cóctel mal agitado que nos lleva a pensar que nosotros, los espectadores, sólo somos un factor más en la ecuación cine-negocio y que nos sienten  como uno más de los durmientes de Matrix que con dejar en taquilla los ocho euros que vale una entrada de cine nos vamos a conformar con cualquier cosa que nos echen. Bueno, tienen un gran as en la manga. El rodillo publicitario sí que ha sido perfectamente calculado y trabajado ya sea a través de los medios de comunicación como a esa ventana que tenemos al mundo llamada internet. Y es que parece ser que sale más rentable invertir en la maquinaria publicitaria (para la mayoría de las veces ir al cine engañado pensando que vas a ver una película que luego no lo es ni por asomo) que en el propio engranaje de la película. Qué quieren que les diga. Que mientras ese engranaje siga chirriando, uno preferirá quedarse en casa viendo todas esas series de televisión que disfrutamos y que no se mofan de nuestra inteligencia.


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