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domingo, 1 de agosto de 2010

TOY STORY 3: PIXAR LO VUELVE A HACER


Resulta por lo menos curioso que en un cine en el que priman las grandes explosiones, las grandes escenas de acción cada vez más imposibles y donde los efectos especiales y sobre todo digitales se han convertido en  la razón de ser de una película, los señores de Pixar, maestros en el arte infográfico de la animación, opten por algo que se ha olvidado para muchos productos cinematográficos y que no es otra cosa que la emoción.



Porque no vamos a repetir, otra vez más, de nuevo, las perfección técnica que los Pixar consiguen en cada una de sus películas en el terreno informático (al fin y al cabo fueron ellos los que comenzaron a romper los moldes justamente con una historia con juguetes) sino que su evolución es de otro tipo, mucho más profunda y más interesante. Porque esta gente sabe lo que es el cine. Y ha conseguido crear unos personajes perfectamente definidos tanto en su identidad individual como en su identidad como grupo, personalidades únicas y complementarias donde prima la amistad y la unión, donde el cariño que sienten entre ellos, es el cariño que sienten también sus creadores por sus propias creaciones y todo este cariño envuelve al espectador de tal manera que termina por participar (más bien entrar) en ese mundo que se te ofrece, un mundo casi más real del que existe fuera de la sala de cine.


También porque han conseguido crear una(s) historia(s)  completas y complejas, cuidadas, de una continuidad ejemplar, sin golpes bajos (lo de la madre de Bambi no existe en el diccionario Pixar), sin decaimientos, donde las emociones afloran en cada uno de sus planos y donde no se le hacen ascos a ninguno de los géneros cinematográficos, abarcando desde la comedia (Buzz Light Year en versión flamenca -¿por qué me parecía estar viendo a nuestro Antonio Banderas más que en el gato con botas de Sherk?- bailando con Jessie) hasta el de terror (poca veces la Pixar o la misma Disney han creado algo tan tétrico como el muñeco bebé de la guardería llamado Big Baby capaz de dejar en niños de teta a los Freddy Krueger y compañía en un claro homenaje a los monstruos torturados de la Universal de los años 30 en general aunque particular y principalmente a Sloth, deforme personaje tan terrorífico al principio como entrañable al final de "Los Goonies"). 













 Y por último y más importante porque han sabido adaptar (con éxito total) la fórmula utilizada en "Up" para los toy story y aligerarla en cierto grado ya que "Up", en cierta medida, tenía un enfoque algo más adulto que "Toy Story 3", cuyos personajes, que no dejan de ser juguetes (vale, mucho más humanos que muchísimos humanos), captan de mejor manera el corazón de los niños. Así que "Toy Story 3" además de jugar la baza sentimental (conseguida en cada una de sus escenas) se centra más en la aventura.Y es entonces cuando nos encontramos  con  el  gran  logro  de  la película.  

Desde  los  tiempos  de Indiana  Jones  (el de los 80)  y  de "Regreso al futuro" no se conseguía aquel espíritu de aventura que nos dieron a conocer en las películas clásicas. Porque los tipos de Pixar beben de aquellas fuentes para crear una aventura con referencias más o menos claras a clásicos como "La gran evasión" y otras tantas películas parecidas donde la fuga es el tema central,  a Indiana Jones (sobre todo el frenético ritmo de los tres cuartos de hora últimos del templo maldito, la segunda de la saga), también a "Regreso al futuro" (una película que hacía del recurso de anticipación una de sus razones de ser y que tan bien se ha utilizado otra vez en "Toy Story" para volver a sorprendernos: el último en la parte final es para saltar de la butaca), "Star wars" o la creación de un malvado de la función que tiene todos y cada uno de los tics sin olvidarse ninguno, incluso el descubrimiento al porqué semejante personaje se ha pasado al lado oscuro (Lucas, a ver si aprendes algo o si te hace recordar lo que eras hace 30 años).


 Y sobre todo, sobre todo, a "Los Goonies", no sólo por la relación Sloth-Big Baby sino porque también es una pequeña maravilla de cuento infantil con toques adultos y macabros, donde unos niños se ven "obligados" a vivir una excitante aventura para poder salvar su mundo (en este caso sus propias casas) que dirigiera Richard Donner.


Todas estas referencias están pasadas por el tamiz de los creativos de Pixar para crear una historia indeleble, permanente e inolvidable donde no sobra ni falta un solo fotograma, donde el gusto por el detalle (obsérvese la habitación de Andy o las aulas de la guardería donde van a parar nuestros queridos toys)  roza la locura (vale, al final tenemos que repetirlo: a nivel animación son los mejores con diferencia) y donde el crescendo (tanto a nivel emocional como a nivel de aventura) consigue cotas tan y tan altas  que lo que finalmente nos ofrece "Toy Story 3" no es cine, es magia. Pixar lo ha vuelto a conseguir.


P.D.: Ni que decir tiene que el corto que acompaña a la película, titulado "Noche y día" (no salen ni Tom Cruise ni Cameron Díaz) es un nuevo derroche de originalidad, de técnica y de imaginación en un bellísimo homenaje a las antiguas "Merry Melodies" (aquí, fantasías animadas de ayer y hoy,  presentan...) que tanto nos hicieron disfrutar a muchos cuando eramos pequeños y que hoy en día duermen el sueño de los justos tal y como los juguetes de "Toy Story 3" descansan en un baúl intentando recueperar la atención de Andy, su antiguo dueño, que ya está a punto de ir a la universidad. Y es que el tiempo...



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