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martes, 4 de octubre de 2011

"EL ARBOL DE LA VIDA" EN UN MUNDO ¿INFORMADO?


¿Qué pueden tener en común un cine en la ciudad de Stamford, Conneticut , Estados Unidos y una sala multicine de Cornellá de Llobregat, provincia de Barcelona? Puede parecer una respuesta difícil pero más que difícil, es extraña. Tienen en común la misma polémica por una misma película: “El árbol de la vida”, la última obra de Terrence Malick. En ese cine de Connecticut, sus dueños colocaron un cartel a la entrada del mismo en el que se indicaba el carácter de la película de Malick, una nota explicativa con el siguiente texto: 

"Estimados clientes,
En respuesta a la petición de algunos clientes y a la respuesta polarizada del público durante el último fin de semana, aprovechamos para recordar a todos los espectadores que El árbol de la vida es una película excepcionalmente visionaria y profundamente filosófica de un autor muy personal. No sigue una narrativa tradicional o lineal. Animamos a nuestros clientes a leer sobre el filme antes de elegir verlo y, a aquellos que opten por él, les pedimos por favor que acudan con una mente abierta y sabiendo que Avon tiene una política de no devolución del dinero una vez que se ha comprado la entrada para ver alguna de nuestras películas. Avon respalda esta ambiciosa obra artística y otras películas que son un desafío para el espectador, pues es lo que nos define como una auténtica sala de cine, y espera que ustedes expandan sus horizontes con nosotros.
Gracias."

Y en la sala multicine de la ciudad catalana, el texto que se podía leer en sus taquillas decía lo siguiente: 

 "El director de esta película, Terrence Malick, es muy odiado o muy admirado. Si la película le resulta aburrida, por favor, no moleste a los demás y salga antes de transcurrir 30 minutos. Le daremos gratuitamente una entrada para cualquier otro título".


 Dos formas tan dispares como respetables de afrontar un mismo problema: la deserción casi en masa de muchos espectadores que abandonaban las salas en las que se proyectaba “El árbol de la vida”; algunos incluso indignados llegaban a pedir la devolución de su dinero ya que la idea de película que estos espectadores tenían en mente no se asemejaba en nada con lo que realmente se les mostraba en pantalla. 


Todos aquellos que conocemos el cine de Terrence Malick sabemos que su cine puede ser muchas cosas pero comercial más bien poco. Entonces, ¿por qué “El árbol de la vida se convierte en la película más vista en el fin de semana de su estreno y mantiene un tercer lugar en el fin de semana siguiente? Y la respuesta a esta pregunta es tan difícil como extraña: la desinformación. 


 Nadie nos puede negar que vivimos en una sociedad altamente (tal vez demasiado) tecnificada. Vivimos en el mundo del teléfono móvil, de internet, de las redes sociales. Se nos ha creado la necesidad de estar comunicados con el mundo exterior al minuto y la inmensidad de los canales de información existentes (en esto también participan otros medios más clásicos como los diarios y revistas, la radio y sobre todo la televisión) han conseguido un bombardeo masivo tal de información que parece increíble que alguien acuda a una sala de cine sin saber (al menos medianamente) lo que va a ver. Y, sin embargo, con Malick ha sucedido exactamente esto. Pero, ¿deberíamos decir Malick o deberíamos decir Brad Pitt y Sean Penn, actores que intervienen en el film? 


 La información de hoy en día, como tantas otras cosas, es de usar y tirar. La información de ayer ya no es la de hoy, ya no tiene actualidad, y cada día nos llega una ingente cantidad de información muy difícil de asimilar en su totalidad. Y llegamos a la elección: cantidad por calidad y todos sabemos que calidad de información significa capacidad de análisis y también, por supuesto, capacidad de crítica; análisis y crítica, dos conceptos abandonados en pos de saber más y más, en poseer cuanta mayor información mejor aunque más del 80 por ciento (por poner un cifra) de lo que nos llega es tan prescindible como estúpida (y por tanto innecesaria). 


Y es entonces, en una sala de cine, cuando nos pasan el tráiler de un próximo estreno titulado “El árbol de la vida” y descubrimos (¡oh, cielos!) que el film está protagonizado nada más y nada menos que por dos “actorazos” como Brad Pitt y Sean Penn. Y ya está. Como queremos seguir recibiendo más información por cualquiera de los cauces que hoy en día tenemos en nuestras manos (ej.: el móvil con internet) decidimos al momento cual va a ser la película que iremos a ver la semana que viene. Y fin. Nos olvidamos. Estamos decididos. Y no se nos ocurre buscar en esa internet en el móvil “tan necesaria para estar conectado con el resto del mundo a todas horas” quién diablos es ese Terrence Malick, director de películas que ha osado juntar en su film a Brad Pitt y Sean Penn. Y todo porque creemos que la información dada en el tráiler ya nos es suficiente y tenemos que dedicar nuestro tiempo a seguir recibiendo más y más información por innecesaria que sea. Seguro que hubo gente que lo hizo, que buscó información sobre la película. Y seguramente leyó eso que suele llamarse cine de autor y seguramente también que su cine es contemplativo. Y analizó, porque afortunadamente también hay personas que saben hacer su crítica, y supo descubrir que “El árbol de la vida” no era su película. Y con su análisis y su crítica tuvo el poder de hacer su elección personal. Y seguramente no salió airado del cine clamando por la devolución de su dinero.





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