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miércoles, 16 de mayo de 2012

PESADILLAS DE CINE. HANNIBAL LECTER



En el año 1991, una película como “El silencio de los corderos” conseguía el oscar. Era la primera vez en todos sus años de historia que la Academia de Hollywood otorgaba el premio a una película inscrita en el género del thriller. Pero no sólo ganó el oscar a la mejor película. También se llevó el de director, actor, actriz y guión adaptado. Era la culminación oficial al grandísimo éxito que la película había tenido tanto entre el público como entre la crítica (cosa que raras veces suele suceder). Este éxito fue conseguido gracias a la conjunción de una serie de elementos que encajaron a la perfección como la mezcla de thriller psicológico y película de terror, el ambiente asfixiante creado por el director o la grandísima interpretación de dos actores como Jodie Foster y Anthony Hopkins. Pero sobre todo esto estaba un personaje: Hannibal Lecter.


Sin embargo es un personaje del que el espectador sabe pocas cosas pero las suficientes para que nos encontremos irremediablemente fascinados de forma malsana por él. Es un doctor en psiquiatría, con formas de caballero y exquisita educación, poseedor de una mente privilegiada y gran conocedor de la mente humana que le permite jugar al gato y al ratón con sus adversarios. También es gran amante de las artes como la literatura, la pintura o la ópera y degustador de la buena cocina. Puede parecer increíble que detrás de todo esto se esconda un verdadero psicópata cuyo primer placer es el de cocinar partes de sus víctimas. 




Hasta ese momento las películas de terror siempre habían presentado el conflicto entre el bien y el mal de forma muy identificable. Había buenos que suelen ser gente honesta, inteligente, de buena presencia y luego malos que suelen ser personajes indeseables y desagradables llenos de taras físicas o psíquicas. Pero nunca se había creado un personaje que guardara las características propias de estos dos conceptos. Esta dualidad, ese encaje entre el bien y el mal dentro de una misma persona (junto a la perfecta interpretación de Anthony Hopkins) y el misterio que encierran su mente y  sus actos hacen a Hannibal, el caníbal, un personaje atractivo y sugerente, llevando la confusión a la mente de los espectadores. Nunca un psicópata había sido retratado de esta manera en  una película.


Aunque no fue su primera aparición en el cine, Hannibal Lecter se hizo famoso con “El silencio de los corderos”. Y tiene su gracia ya que el personaje que interpreta Hopkins es un personaje secundario en la trama (en un principio) porque posteriormente, en la segunda parte de la película cobra protagonismo. Todos recordamos la historia. Clarice, el personaje de Jodie Foster, visita varias veces al afamado psicópata para que les ayude a encontrar a otro de su especie, un tipo llamado Bufalo Bill que arranca la piel de sus víctimas, todas adolescentes. Hannibal Lecter se convertirá en el rey de la función, en una especie de Mefistófeles que marca los tiempos y las reglas y aunque dará la ayuda, a cambio Clarice deberá ir vendiendo trozos de su alma para sonsacarle la información y para disfrute de Hannibal.


Esa mezcla de fascinación y repulsión sería la base para su secuela, diez años después, y dirigida, en este caso, por Ridley Scott. A través de su cine estético, Scott nos presenta a un Hannibal inalcanzable para el ser humano, ya por encima del bien y del mal como demuestran sus dos perseguidores en la película. La parte del bien la representa el policía italiano que cegado por la ambición busca cobrar la recompensa y la parte del mal su antiguo paciente y víctima, Mason Verger que busca su venganza. Ambos fracasan y Hannibal queda convertido en una especie no ya de diablo pero sí de Anti-Dios. En su nueva posición ya no podrá dar marcha atrás a pesar de la relación tan especial con Clarice Sterling que en esta segunda parte se intensifica aunque siempre vista desde la imagen deformada por la psique enloquecida de Lecter. Dos ejemplos: La eliminación del personaje de Ray Liotta donde Lecter ofrece, como un animal, su caza a Clarice y la escena de la amputación de la mano.


Ya hemos comentado antes que la primera aparición de Hannibal Lecter no fue en “El silencio de los corderos”. Este personaje nació de la novela “El dragón rojo” que al igual que “El silencio de los corderos”  y la posterior “Hannibal” son obras del escritor Thomas Harris. Convertido en estrella y en una máquina de hacer dinero, el productor Dino de Laurentis, volvió a la primera obra de Harris para narrar unos sucesos que ocurrían tiempo antes que los sucesos relatados en “El silencio de los corderos”. Y hemos dicho volvió porque De Laurentiis ya había llevado a la pantalla “El dragón rojo” mucho antes de que Hannibal Lecter se convirtiera en el personaje que es. En el año 1986 produjo esta versión que llevaría por título “Hunter” y que se encargó de dirigir Michael Mann. En la película de Michael Mann, que a duras penas aguanta el paso del tiempo porque viene lastrada por la forma de hacer cine de los años ochenta, el personaje de Hanibal Lecter está interpretado por un correcto Brian Cox aunque también es verdad que en este caso su papel es casi, casi, anecdótico. (Apenas sale cinco minutos en la película). 


Claro está que entonces nadie tenía interés en el señor Lecter y después de la película nadie lo tuvo, lo que le da más importancia a la interpretación que sobre Lecter realizaría años después y de forma magistral Anthony Hopkins, haciendo suyo el personaje y dándole un rostro para la eternidad. En la nueva versión, titulada ya “El dragón rojo”, Hannibal Lecter tiene un mayor protagonismo que en “Hunter”. En este caso el policía que consiguió descubrir a Hannibal, el caníbal, y meterlo en la jaula de cristal que todos conocemos, debe volver a él para sonsacarle información sobre un psicópata que mata en las noches de luna llena y que ha acabado con la vida de dos familias en un extraño asesinato ritual.


El problema que tiene Brett Ratner, el director de “El dragón rojo”, es que busca repetir los esquemas de “El silencio de los corderos” (al fin y al cabo la historia de ambas es bastante parecida) en vez de buscar nuevos caminos, cosa que sí hizo, y de forma muy sabia, Ridley Scott, en Hannibal.  Y es lo que perjudica la película, ya que es imposible no compararla con la película de Jonathan Demme que resulta ser infinitamente superior a “El dragón rojo”. De todas maneras la película se deja ver y cuenta con un plantel de actores impresionante, empezando por Edward Norton, verdadero protagonista de la función en el papel de policía y  continuando por Ralph Fiennes, Emily Watson y Harvey Keitel, aunque le sobra el final efectista, un giro de guión innecesario que, por cierto, la película de Michael Mann no contempla. Y la escena final es un guiño para todos los fans de esta franquicia. Porque, ¿alguien dijo que el personaje de Clarice no sale en “El dragón rojo”?


A pesar de todos los años de historia de Hannibal Lecter, conocemos más bien poco de su pasado. Son muchos los que buscaban saber más sobre este querido personaje. He de decir, a título personal, que yo prefiero dejar a Hannibal tal y como está, con ese manto de misterio sobre su pasado que lo hace tan atrayente. Pero parece ser que a Dino de Laurentiis cada vez le atosigaban más con la misma pregunta: “¿Por qué Hannibal Lecter es como es?” Y ante tanta insistencia se puso en contacto con Thomas Harris de nuevo y le lanzó esta idea: contar el origen de Hannibal. Y se pusieron a trabajar en la idea. Y el resultado de este trabajo fue “Hannibal, el origen del mal”.


Por primera vez en la vida de Hannibal Lecter, la historia no parte de una novela de Thomas Harris aunque sí es cierto que el guión de la película está escrito por el mismo autor. El director, en este caso, en Peter Webber, reconocido director por “La joven de la perla”. Parece extraño que el director de esta película intimista se encuentre metido en semejante proyecto pero como él mismo ha dicho, estaba harto de que sólo le propusieran guiones sobre pintores y sobre personas encerradas en una habitación que no se decían nada. Quería hacer algo diferente y lo encontró con la llamada de los De Laurentiis. ¿Y el personaje de Hannibal Lecter?. Estaba muy claro que Anthony Hopkins no podía interpretar al Hannibal adolescente. Entonces, ¿quién sería el elegido para el famoso personaje? ¿Qué actor puede estar tan loco como para ponerse en la piel de un joven Hannibal Lecter sabiendo que puede ser crucificado por las legiones de fans y por la crítica especializada? Pues bien, su nombre es Gaspard Ulliel, un actor francés poco conocido que ha participado en “Largo domingo de noviazgo” (es el novio perdido que busca el personaje de Audrey Tattou) y también protagonizó “Fugitivos” junto a Emmanuelle Beart, película de André Techiné, donde crea un personaje que, vista “Hannibal, el origen del mal” está claro que se sirvió del él para su interpretación de Hannibal Lecter.  Y sale airoso de un papel tan difícil al que lleva a su terreno. Y aunque sea un nuevo éxito de taquilla,  “Hannibal, el origen del mal” es una película desaprovechada que no aporta nada nuevo a tan interesante personaje, más bien al contrario. La película acaba con ese halo de misterio que le rodeaba y le da una justificación para hacer lo que hace. Cosa que lo devuelva al cajón de tantos y tantos otros psicópatas de turno. Y eso, un tipo tan desagradablemente fascinante como Hannibal Lecter, no se lo merece.




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