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lunes, 7 de mayo de 2012

CRÍTICA: LA NECESIDAD DE "LAS NIEVES DEL KILIMANJARO"

 Una vez visto el film "La nieves del Kilimanjaro" cabe preguntarse si el cine de su director, el francés Robert Guédiguian ha cambiado con el transcurso del tiempo. Y la respuesta es afirmativa siempre y cuando ensamblemos su obra y su personalidad. Porque el cine de Guédiguian es subjetivo al pensamiento social y político de su creador: su cine es inherente a su personalidad. Los años (y la experiencia de la vida) hacen madurar a las personas y Guédiguian no es ninguna excepción. Su visión es más madura, tal vez más pétrea pero sabe que sus películas tienen una misión, un mensaje que dar al espectador.




"Las nieves del Kilimanjaro" tiene todas las virtudes y defectos de su cine. Guédiguian no es precisamente un director atractivo a la hora de afrontar el entorno visual de sus películas. Su importancia reside en su mensaje algo que no deja de ser criticable pero que a la hora de la verdad y visionando sus películas, funciona a la perfección. Sabe manejar personajes  y situaciones y en este nuevo film sabe incluso despegarse algo más de la película, una película que sabe andar sola. "las nieves del Kilimanjaro" no deja de ser una película militante, ese tipo de films que buscan remover conciencias dormidas. Pero hay algo más en este nuevo trabajo: La entonación de un "mea culpa" de su generación. El asalto al hogar de los protagonistas, un matrimonio muy concienciado con su actividad política y sindical, sirve a Guédiguian para hacer resaltar el aburguesamiento de cierto sector de la clase obrera que se ha ido "apalancando" con los años, (tal vez él mismo entre ellos) y ha dejado sin protección a sus descendientes que se enfrentan a una de las crisis más salvajes que se han podido vivir en estos últimos años.


Este golpe de efecto contrasta con los primeros minutos de la película en la cual descubrimos a una serie de personajes de la clase trabajadora enfrentándose como bien puede a una situación laboral y económica que se les va de las manos (el personaje de Darroussin es un sindicalista que lleva su oficio hasta el  extremo de ser integrante de un sorteo en el cual veinte personas serán despedidas por el bien de la empresa y el de su mujer, Ariane Ascaride, se dedica a limpiar por las casas y acepta con orgullo el acto de su marido) en un canto a la solidaridad que bien lejos queda de la realidad.


Y aquí se plantea un nuevo dilema: ¿Qué hay de realidad en una película como "las nieves del Kilimanjaro"?. Viendo el film se tiene una cierta sensación utópica, la sensación de que personas así ya no existen. Y es entonces cuando entran en juego los engranajes del cine de Guédiguian: la fábula moral que tan bien maneja y que suele imprimir a muchas de sus películas. Pero si en su celebrada "Marius y Jeanette" la fábula era el motor de todo su metraje, en "Las nieves del Kilimanjaro" el mundo ha cambiado y el dolor y el mal es mucho más cercano. Pero no un mal cualquiera sino un mal social, un mal de desesperación y de soledad. "Las nieves del Kilimanjaro" es, por supuesto, una fábula moral pero la realidad, en este caso, también puede vislumbrarse formando un contrapunto que que convierta al fil en una mezcolanza (salvando las distancias, entre "Marius y Jeanette" y "La ciudad está tranquila" tal vez su trabajo más desolador.


Y aparece el problema generacional. Guédiguian vuelve a hacer de profesor, mostrando "el" camino. Es capaz de culpar a su generación y con la película pide más que exige (Guédiguian ha madurado, ya lo hemos dicho) que se ponga de nuevo en marcha, que quedaron muchas cosas en el camino por hacer, que las nuevas generaciones, sus descendientes, necesitan un faro que les guíe, que hay que seguir luchando aunque sea con armas distintas a las de antaño y que no todo está perdido. "Las nieves del Kilimanjaro" es un canto a la movilización social (seguramente muchos "progres" de pro aplaudirán a rabiar la película sin advertir que el dedo acusador del director francés recae totalmente sobre ellos) pero limitada a salvar a las personas más que a una sociedad que ya parece perdida. Hay que empezar desde abajo, poco a poco, salvando, como es el caso de la película, a dos chavalines que pueden caer en los mal llamados "servicios sociales".


No vamos a negar que el cine de Guédiguian pueda ser tendencioso y a veces demasiado didáctico como si sólo él y su "troupe" de actores poseyeran la verdad. Pero en su defensa cabe decir que "Las nieves del Kilimanjaro" es una película sincera, en la que no se pretende engañar a nadie y mostrar algo tan amplio y a veces tan olvidado como es la solidaridad. Porque solidarios son (casi) todos los personajes que pueblan el zoo humano de esa Marsella que la familia cinematográfica Guédiguian tanto ama; sinceros son los objetivos que se marca el director y humano muy humano todo el tapiz de personajes que hacen de "Las nieves del Kilimanjaro" una película necesaria. 



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