Roman Polanski parece estar viviendo una segunda juventud. Lejos quedan sus fiascos como lo fueron "Piratas" o "La novena puerta" que desgraciaba una más que aceptable novela de nuestro conocido Pérez-Reverte. Puede que la mezcla del cineasta que fue antaño con la descarada polémica en su vida privada (una caso de violación de menores por el cual todavía no puede pisar suelo estadounidense) ha hecho que le salgan muchos más defensores de los que tenía y puede que sus últimas obras, gracias a esos defensores, se hayan magnificado. También es cierto que tal y como tenemos el panorama cinematográfico en la actualidad, no es de extrañar que cualquier nuevo film del director polaco (el que tuvo, retuvo) se encuentre muy por encima de la media aunque sean obras de marcadas por un cierto tufillo comercial bien disfrazadas de cine de autor como fueron la oscarizada "El pianista" o la más reciente "El escritor".
Dos niños de unos once años se enfrentan con violencia en un parque. Labios hinchados y algún diente roto.... Los padres de la "víctima" han invitado a su casa a los padres del "matón" para resolver el conflicto. Lo que comienza siendo una charla con bromas y frases cordiales adquiere un tinte más violento a medida que los padres van revelando sus ridículas contradicciones y grotescos prejuicios sociales.
Este es, a grandes rasgos, el guión en el cual ha estado trabajando Roman Polanski y que se basa en un texto teatral de Yasmina Reza, "Un dios salvaje" y que ha acompañado al director en esta nueva andadura cinematográfica. Lo que si le permite a un director con una gran historia detrás es contar con actores de la talla de Jodie Foster, Kate Winslet, John C. Reilly y Christoph Waltz.
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