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lunes, 18 de junio de 2012

WATERWORLD Y OTRAS OLAS DE KEVIN COSTNER


Hay actores (y actrices y directores) que saben metamorfearse y adaptarse a los tiempos cambiantes y a los gustos de los sucesivos públicos para mantenerse, más o menos, en la cresta de la ola. Puede que sea atacado a través de su vida privada o puede que una película protagonizada por ellos sea un fiasco en taquilla. Pero resisten. Valga el ejemplo de Tom Cruise.
Luego hay otros que consiguen llegar a lo más alto, que terminan por ser reconocidos tanto por público como por la crítica, que tienen una etapa gloriosa y, de repente, una pieza del complicado mecanismo del éxito en esto del cine se rompe y no hay manera de arreglarlo. Y todos los guiones que un día sí y otro también llegaban a su despacho desaparecen y termina por sumirse en el olvido o, con un poco de suerte, en una especie de semi-olvido. Es el caso de Kevin Costner.


La pieza rota de Kevin Costner se llamó "Waterworld", una película que costó por aquel entonces (corría el año 1.995) la friolera de 175 millones de dólares y que no llegó a los 100 de recaudación en los Estados Unidos. Vista hoy en día no es una película tan mala como nos quisieron hacer ver pero realmente conseguir que esa película obtuviera beneficios era más que difícil. ¿Jugó Costner a ser Dios? ¿O le hicieron creer que era el "penúltimo" salvador del séptimo arte entendido como el mesías que iba a salvar Hollywood?



Puede decirse que Costner tuvo una carrera meteórica, de aquellas que muchos aspirantes a actor sueñan cada noche. "Silverado" fue una de muchas películas que a lo largo de los años ochenta intentaron insuflar un nuevo aire al casi fenecido género del western. Algo tendría que ver esa película para que Costner fuera elegido para papeles protagonistas. Dos años después se encargaba de llevar a buen puerto "No hay salida" una historia de espionaje, cuernos y suspense con varios giros de guión (bien llevados) que mantienen al espectador en su asiento hasta el último momento. Pero su mejor papel, aquel que le daría "fortuna y gloria" fue el de Elliot Ness en esa fabulosa versión que rodó Brian de Palma y que le consagraba como uno de los actores "hot" del momento. Esa mezcla de heroicidad y humanidad que reflejaba Costner en su personaje hizo que su rostro quedara fijado para siempre con el histórico agente del tesoro que encarceló a Al Capone. (Vale, también tuvo mucho que ver Sean Connery, Robert de Niro y ese virtuoso de los tempos cinematográficos que es Brian de Palma, amén de la banda sonora de un tal Ennio Morricone).


A partir de ahí su estrella sube como la espuma. Se dedica al beisbol (cinematográficamente hablando) y se nos destapa con  "Los búfalos de Durham" y "Campo de sueños", tal vez las únicas dos películas que sobre este deporte tan americano que pueden disfrutarse (sobre todo la carga nostálgica de la segunda) más allá de la tierra de las barras y estrellas. Y decide dirigir. Y lo hace con un western, tal vez recordando o queriendo homenajear sus inicios con "Silverado". "Bailando con lobos" es una película del oeste tan típica como atípica. Típica porque el esquematismo de sus personajes pesa mucho sobre ella. Atípica porque se atreve a dar una versión diferente de la colonización del lejano oeste por parte de vaqueros y soldados, lejos de las heroicidades a las que nos tenían acostumbrados los westerns en blanco y negro de los años 40 y 50, y más propia de los tiempos que nos ha tocado vivir. Aunque personalmente (y revisionada varias veces) nos parece una película sobrevalorada aunque eso no le quita mérito a un debut mucho más que prometedor y que se alzó con siete oscars.


La gloria seguía esta vez a nivel taquillazo. "El guardaespaldas" junto a la desaparecida Whitney Houston lleva recaudados más de 440 millones de dólares. La película era bastante sencillota (y no nos explayaremos más en buscarle las cosquillas a la película) y lo único que aportó a Costner fue una cantidad de dólares que ya quisiera más de uno para sí.


 ¿Y entonces?
Tres son los factores que hacen que la carrera de Kevin Costner caiga en picado. Por un lado la idea de llevar a pantalla un proyecto tan complicado de producir como "Waterworld". Una película futurista ambientada en un mundo totalmente acuático y que es un divertimento bien tramado, realmente disfrutable y espectacular, como no. Lo que pasó fue que su producción y posterior rodaje estuvo lleno de inconvenientes tanto a nivel logístico como de guión y, porqué no decirlo, hasta de egos. Porque parece ser que fue Costner quien tomó la decisión final para que su amigo Kevin Reynolds (con el que ya trabajó en la infame versión de Robin Hood que mejor olvidar) llevara la batuta del proyecto por encima de la idea de la Universal que prefería a Robert Zemeckis para que luego ambos amigos acabaran más que enfrentados.
 Pero lo peor de todo es que la prensa se ensañó con la película antes de su rodaje. Sus retrasos continuos y  su cada vez más elevado coste de producción consiguieron que cierta prensa estadounidense hiciera su agosto (o más de uno ya que el proyecto empezó a fraguarse en la mente de Costner allá por el año 1991, cuatro antes de su estreno) hurgando en las heridas. El coste subió desde los 60 millones de dólares iniciales hasta los 175 finales. Al llegar su estreno, la película estaba herida de muerte: Recaudó algo más de 20 millones de dólares en su primer fin de semana, un total de 88 millones en su carrera en los Estados Unidos y finalmente ha conseguido llegar hasta los 225 millones de dólares.


El segundo factor es el supuesto ego creciente de Costner. Parecía que aquello que dijo James Cagney: "Lo conseguí Mamá, estoy en la cima del mundo" iba mucho con él. O tal vez esa idea fuera engrandecida por esa misma prensa que destrozó "Waterworld" y que terminó por cebarse con Costner hasta el punto de dejarlo casi en fuera de juego.
Y por si eso fuera poco, Costner se encontró ante un proceso de divorcio de su primera mujer (llevaba casa con ella desde el año 1978) que culminó en el año 1.994. El actor tuvo que pagar la nada desdeñable cifra de 80 millones de dólares. Ni que decir tiene que en pleno proceso de "Waterworld" y con su ego por las nubes, esa misma prensa que se estaba cebando con él puso toda la maquinaria a toda revolución con la idea de sacar tajada.


A partir de ese momento su estrella se apaga, no del todo, hay que decirlo, pero Costner es un semi olvidado más, alguien al que no se le perdonó el éxito conseguido y que ese éxito, en cierta manera, se le subiera a la cabeza. Fueron, seguramente, tiempos difíciles tanto a nivel personal como profesional. No dejaría de trabajar en el cine (incluso lo volvió a intentar a lo grande con "Mensajero del futuro") pero su nuevo papel se fue acercando cada vez más a los personajes secundarios y a películas de no tan alto presupuesto. ("Trece días", "Dragonfly", "Dicen por ahí", "The guardian", "Mr. Brooks" o como Costner es un gran actor en su madurez, "La otra hija" o "El último voto") Incluso vuelve al western con "Open range" al que la crítica valora agradablemente aunque el tirón en taquilla de su nuevo western deja mucho que desear.


Su suerte aún está por volver: aunque está enfrascado en el rodaje de la nueva revisitación en pantalla de Supermán en "Man of Steel" donde se encarga de dar nuevo rostro a Kal-El, padre kriptoniano del hombre de acero, ese mismo papel hizo que tuviera que rechazar la oferta del mismísimo Quentin Tarantino para participar en "Django desencadenado", nada más y nada menos que el homenaje del "bad boy" al western un género al que Kevin Costner le debe tanto y que, la verdad sea dicha, no hubiera estado nada mal que hubiera significado su relanzamiento. Porque Tarantino de eso sabe mucho.


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