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domingo, 29 de agosto de 2010

"MIS TARDES CON MARGARITTE": EMOCIONES DEL DÍA A DÍA


Sin aspavientos y con sencillez puede hacese una buena película.. Que "Mis tardes con Margaritte" no vaya a pasar a la historia del cine no evita que pueda ser (y lo es) una película honesta tanto en sus planteamientos como con el espectador siendo también una película que sabe en todo momento lo que tiene que ofrecer, cosa que además consigue y que es de agradecer.
Y es que la historia de la amistad entre una mujer de la tercera edad, culta y apasionada por la literatura (y por la vida) con un hombre de pueblo tan simplón como de buen corazón, es una sencilla historia donde las emociones de todos los días están a flor de piel. Pero para que una película como esta que ya hemos visto miles de veces llegue a nuestros corazoncitos de la forma que lo hace, deben unirse una serie de factores que conjuntándose creen esa atmósfera de complicidad con el espectador.


 Su director, Jean Becker (conocido por películas como "La fortuna de vivir", un film con mayores pretensiones que "Mis tardes con Margaritte"), consige en todo momento dar el aire necesario a cada una de sus escenas, imprimiendo un ritmo ágil cuando la película lo necesita  o más pausado en otros momentos y utilizando de forma soberbia tanto los flashbacks que explican las razones a la forma de ser del personaje principal  como las elipsis  para que de una manera u otra el ritmo no decaiga, consiguiendo huir de la superfluo y quedarse estrictamente con lo imprescindible de la historia. "Mis tardes con Margaritte" se ve casi en un latido y se descubre que Becker ha conseguido que no sobre ni falte escena alguna en su película.


Los actores están magistrales. Tanto Gerard Depardieu como Gisèle Casadesus  consiguen que sus personajes tengan la calidez y humanidad necesaria para este tipo de película. Tal vez el personaje de Germain sea el más definido en el guión (al fin y al cabo es el centro de la película): un hombre que puede parecer el tonto del pueblo pero que no lo es ni mucho menos. Descubriremos que es un hombre simple, sin cultura, algo brutote pero con un grandísimo corazón y que se siente un don nadie por culpa de la vida que ha tenido que soportar debido ante todo a una madre esperpéntica y a un padre ausente. Pero que tenga una novia, que además es guapa, que lo quiere con locura, demuestra que Germain tendrá todas las limitaciones que se puedan tener pero de tonto más bien poco.


A este personaje lo hace suyo, como tantas otras veces, ese grandísimo actor que es Depardieu que en unos pocos gestos y en unas pocas miradas y actitudes ha conseguido dibujar a Germain de forma exacta y compleja. Menos definido en el guión es el personaje de Margaritte, esa dulce anciana que perteneció a la OMS, llena de cultura y conocedora de la vida que acepta vivir sus últimos días sabiendo todo lo que esa misma vida le ha dado. Por eso es también encomiable el trabajo actoral que ha hecho Gisèle Casadesus con su personaje otorgándole fragilidad, vitalidad, calidez y la profundidad que necesita una mujer que lleva vividos intensamente 95 años.


Los secundarios parecen pequeñas pinceladas dentro de la historia pero sus vivencias, sus pequeñas vivencias (pequeñas películas dentro de la película), ayudan sobremanera a crear y entender el microcosmos en el que vive Germain potenciando el lado amable de "Mis tardes con Margaritte". Alegrías y tristezas compartidas ante todo en la barra del bar del pueblo que engrandecen el lado humano que nos quiere ofrecer Jean Becker con esta película, algo a lo que también ayuda unos diálogos rápidos, repletos de detalles simpáticos.


Con este conjunto descubrimos que "Mis tardes con Margaritte" no quiere engañar a nadie y si esperamos ver otro tipo de película es que nos hemos querido engañar nosotros solos. Es lo que es y ofrece lo que quiere ofrecer, que no es poco. y debemos entrar en su juego para poderla disfrutar como se merece. Puede parecernos extraño que a estas alturas aún tengan cabida películas donde las emociones de cada día sean las protagonistas. Pero es así. Y seguramente que muy cerca de nosotros, solo con alzar la vista, encontraremos gente tan llenas de humanidad como los personajes que nos ofrece, sinceramente, "Mis tardes con Margaritte".

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