La gran acogida de la película "Nueve reinas" del malogrado Fabián Bielinskiy y sobre todo el éxito arrollador de "El hijo de la novia" de Juán José Campanella hizo que muchos descubrieran una nueva cinematografía argentina que parecía vivir un momento de esplendor como contrapunto al momento político, social y económico que vivía el país en aquellos momentos y cuyo pasaje más recordado fue el que terminó por llamarse "corralito" (muy bien aprovechado en "Nueve reinas"). Fueron muchos los productos y subproductos que llegaron por entonces a nuestras carteleras y de entre todos ellos se pudieron encontrar nombres interesantes y con una mirada propia hacia el mundo del cine como son Daniel Burman y Pablo Trapero.
En el día de hoy ( y aparte de Campanella que ha vuelto a sorprender con su eficaz, preciosa y preciosista "El secreto de sus ojos") son Burman y Trapero los que mantienen un cierto status autoral que les ha permitido mantenerse en el candelero, consiguiendo presentar sus películas por diversos festivales de todo el mundo y dejarse ver por las taquillas de nuestro país. El último caso pertenece a Pablo Trapero que ha presentado su nueva película que lleva por título "Carancho".
Si algo se ha de advertir (para aquél que no conozca el estilo cinematográfico de Trapero) es que sus películas no son fáciles de digerir ya que el cine de este director suele ser áspero, seco, cortante, nada benevolente con el espectador. Muy cercano al cine de denuncia social como ya quedó demostrado en anteriores películas suyas como "Mundo grúa" y "El bonaerense", en ésta su tercera película no se aparta de sus convicciones pero yendo un pasito más allá, acercándose también al cine de género, en este caso al cine negro, en una historia de corruptelas, corrupciones y corruptos, de perdedores, de desengaños y desengañados, de futuros oscuros y desesperanza. Rodada como gusta a Pablo Trapero, su cámara nerviosa, apoyada en una fotografía oscura, cercana al realismo sucio de un documental de denuncia, refleja los bajos fondos de una sociedad argentina que desde la llegada de los Kischner al poder, parece haberse pintado en color de rosa.
Al contrario de esa (falsa) realidad que nos llega de los informativos, los personajes de la película, tanto al abogado Sosa, especializado en accidentes de tráfico que trabaja en un más que oscuro buffete, como a Luján, la doctora de urgencias adicta a la morfina, tienen unos rasgos que hacen muy difícil la empatía con el espectador. Y aún así, se nos va descubriendo su enterrada humanidad. Trapero crea con ello una sensación de desasosiego en la que no sabemos hacia donde ir, con qué carta quedarnos y aunque parezca muy difícil termina resultando que está todo el tiempo entre nosotros: su propia debilidad, la debilidad de cualquier ser humano es la causa de sus infiernos personales. Esa es la conexión que buscábamos.
Trágica y dolorosa hasta decir basta, "Carancho" termina por descubrirse como el reverso oscuro de "Nueve reinas", relato amable y simpático, una película que bebía de las fuentes de films como "El golpe", donde se muestra el lado amabilísimo de los truhanes (otro caso más reciente sería el de la saga de Ocean´s) y que protagonizaba el mismo Ricardo Darín que interpreta al abogado Sosa en "Carancho" en un nuevo y oscuro giro interpretativo en su carrera, inconmensurable actor que junto a la actriz Martina Gusman (excepcional) crean una química que pocas veces se disfruta en una película.
Todo el cine de Pablo Trapero tiene pocas concesiones al espectador y "Carancho" no es la excepción. El director argentino sigue mostrando su mundo tortuoso, escondido y lleno de mierda en el que la esperanza es una cuerda tan delgada que puede romperse fácilmente. Es un cine que se sufre pero también que se vive, que te envuelve y te deja agotado, tal vez porque sentimos que se acerca demasiado a nuestra propia realidad. Y eso golpea como un gancho de izquierda de Jake La Motta.
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